Con la edad, las funciones que desarrolla el organismo y la propia fisiología del cuerpo cambian. Por eso es importante, con vistas a mantener una buena salud, adoptar unos hábitos de vida acordes a estos cambios; entre los mismos destaca la alimentación. Y es que ya lo dice nuestro refranero: bebe poco y come asaz, duerme en alto y vivirás.
Cambios del cuerpo
Según indican desde la Fundación Eroski, la edad provoca que el cuerpo tienda a acumular grasa y a reducir la masa muscular. Así, mientras que para un varón adulto el 18% de su peso corresponde a la grasa, esta cifra asciende al 36% en personas mayores de 65 años.
Las consecuencias son la pérdida de agua corporal, lo que hace que sea más fácil sufrir deshidratación, y disminución de la masa ósea, lo que aumenta el riesgo de osteoporosis. Así, los hábitos de alimentación deben asegurar una buena hidratación a lo largo del día y reducir la ingesta de calorías.
De hecho, desde la página de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición aseguran que hay que reducir las calorías un 10% cada década a partir de los 60 años. Esto es, si la ingesta media es de unas 2.400 kcal en varones de 60 años, y de 2.000 kcal para mujeres, a los 80 años dichas cantidades deberían ser de 1.920 y 1.600 kcal, respectivamente.
Edad y digestión
Otros cambios en el organismo producidos por la edad son los problemas en la masticación y deglución, menor salivación y secreción ácida en el estómago. Esto implica que las digestiones son más difíciles y lentas, de ahí que sea conveniente optar por una alimentación que incluya productos fáciles de digerir, como los hidratos de carbono complejos y, especialmente, la fibra, que se encuentran en los cereales, las legumbres, las hortalizas…
Sin embargo, como nos recuerdan desde consumer.es, no conviene abusar de los purés o los zumos ya que, aunque son más fáciles de comer, también consiguen que gran parte de la fibra de sus ingredientes se pierda.
