Celosos ante la llegada de un hermano: 10 pistas para ayudarles

Para el primer hijo, dueño y señor de nuestro cariño, no es fácil aceptar la llegada de un hermano; un nuevo personaje que, al principio, le desplazará sin remedio a un segundo plano. El mejor calmante para esos celos comprensibles es, sin duda, demostrarles que nuestro amor es y será incondicional. No se trata de disimular el cariño hacia el bebé, sino demostrar que hay para los dos: de nuestra actitud  depende que, con el tiempo, se puedan querer como lo que son: hermanos.

Le hemos informado con toda claridad sobre la llegada de un hermanito, hemos respondido a todas sus preguntas, hemos intentado integrarle en los preparativos y hemos tomado todas las precauciones posibles para que no se sintiese desplazado. Pero cuando «el nuevo» hace su entrada triunfal en el hogar, el primogénito estalla sin remedio en una tormenta de celos. Compartir el cariño de mamá y papá no le hace ninguna gracia, se siente inquieto, herido y furioso. Hasta ahora él era el rey de la casa, el centro de atenciones y mimos. Ahora, en el puzzle familiar hay una nueva pieza y hay que recolocarse para continuar viviendo juntos. Este reajuste es complicado,  pues supone, inevitablemente, un desplazamiento. Esto constituye un trance doloroso y difícil que nuestro hijo tendrá que atravesar. Y para ello, necesitará toda nuestra ayuda.

Las mil caras de un sentimiento Para aliviar los celos del niño hacia el bebé, hay que comprender las diversas manifestaciones de este sentimiento. Hay pequeños que expresan su agresividad hacia el hermano abiertamente, sin reparos. Es el caso de Raquel, de cuatro años de edad, que dice que odia al bebé y que amenaza con marcharse  de casa. Algunos pasan a la acción. Es decir, atacan al recién llegado, le dan un mordisco «de amor» o le golpean la cabeza «sin querer». «Un día, encontré a Rodrigo sujetando a la niña por los pies e intentando colgarla cabeza abajo», cuenta su madre lógicamente alarmada.

Otras veces, el odio no se descarga en el bebé sino que estalla, por ejemplo, en la guardería. El pequeño celoso empieza a pegar a los demás niños, les quita sus juguetes, tiene fuertes rabietas… También puede ocurrir que la agresividad del niño se vuelva contra la madre –a sus ojos, la culpable de esta injusta situación– y se porte mal con ella o prefiera estar sólo con el padre.

Puede optar asimismo por comportarse como un bebé (al fin y al cabo, parece que así le hacen más caso a uno). Este es un síntoma bastante frecuente: el niño se chupa el dedo, habla de una forma más infantil, lloriquea y se aferra a nosotros. No obstante, hay que estar muy atentos a los pequeños que no son capaces de expresar su rabia y su dolor con palabras o tortazos y empiezan a presentar manifestaciones psicosomáticas. Es decir, cuentan lo que les pasa a través del cuerpo: se hacen pis, se muerden las uñas, tartamudean, tienen trastornos digestivos o no duermen bien.

Por último, hay que prestar especial atención a los niños que reaccionan tornándose encantadores, dulces y obedientes. Esta reacción, lejos de ser la deseable, es una luz roja para los padres. Lo más probable, es que el pequeño no se sienta muy seguro del amor de sus progenitores y tema perderlo totalmente si se porta mal. Aunque no dé problemas, este crío está sufriendo igualmente.

Cómo prevenir dramas mayores Sea cual sea la manera de expresar sus sentimientos, debemos comprender que nuestro hijo está pasando por una crisis. Tenemos que hacer, por tanto, todo lo posible para no echar más leña al fuego. En primer lugar, es fundamental demostrarle que nos da mucha alegría estar juntos otra vez y que le seguimos queriendo como siempre. Es decir, que tenemos bastante amor como para repartir entre los dos hijos.

Hay que escucharle cuando desee contarnos lo que ha hecho en la escuela infantil o enseñarnos todas las cosas nuevas que aprendió. Al principio, será muy difícil seguir realizando con él las cosas tal y como las hacíamos antes. Pero es importante que nos tomemos tiempo para explicarle el porqué de la negativa  a su demanda o de la demora en atender a sus pedidos. Por ejemplo: «Ahora tengo que cambiarle los pañales al bebé porque está sucio y se siente molesto. Cuando acabe y se duerma, jugaremos juntos un rato largo».

Es recomendable hacer hincapié en las ventajas de ser mayor. Podemos pedirle que nos ayude a cuidar al recién nacido, que nos alcance la toalla o la leche para preparar el biberón.  Incluso podemos «consultarle» sobre alguna cosa relacionada con el recién nacido como, por ejemplo: «¿Crees que llora porque le duele algo o porque tiene sueño?». Cuando nos ayude, le daremos las gracias efusivamente y le elogiaremos, expresándole lo útil que nos resulta su colaboración y lo orgullosos que nos sentimos de él. Pero si el niño siente que ser mayor no le reporta ventajas, no tiene interés en cooperar y se comporta como un bebé para que le hagamos más caso, tendremos que permitírselo. Las frases como: «¿Por qué hablas como un bebé con lo mayor que eres?» o «tú ya eres una mujercita, pórtate bien» no le ayudarán en absoluto. Si le dejamos ser un bebé, antes se dará cuenta de que le queremos igual que al otro pero que ser tan pequeño es más bien aburrido.

Culpas fuera Es importante contar con la colaboración de los familiares, no sólo para que nos puedan echar una mano en un momento dado sino para que procuren prestar más atención al mayor y no deshacerse en carantoñas al bebé en cuanto llegan a casa. Tampoco es el mejor momento para  enviarle por primera vez a la escuela. El niño lo interpretaría como que nos lo queremos quitar de encima. Y, lógicamente, se adaptaría mal al nuevo entorno.

Cuando el príncipe destronado se siente invadido por los celos, no quiere al bebé y, es más, no puede ni siquiera imaginar que con el tiempo va a sentir amor por él. Si le decimos: «es tu hermano y tienes que quererle mucho», el pequeño celoso se sentirá culpable por los  nefastos sentimientos que alberga. Hay que comprenderle e, incluso, ponerse de su lado. Explicarle que sabemos que esto es un engorro pero que estamos seguros de que cuando crezca serán buenos amigos. El mejor calmante para los celosos es, sin duda, demostrarles que nuestro amor es y será incondicional.

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