Las personas mayores acostumbran a vivir con sus familias en casa. Y es necesario aprender a convivir con ellas, pues su avanzada edad y sus –a menudo– problemas de salud hacen que pueda resultar un tanto delicado. Por eso no está de más aprender a gestionar la comunicación y la gestión del día a día con los más mayores.
Cuando uno es joven, uno de los deseos más habituales es llegar a jubilarse; alcanzar la edad madura y vivir muchos años sin tener que trabajar. Sin embargo, cuando llega la etapa del envejecimiento y de la dependencia, muchas cosas no resultan tan idílicas como parecía cuando pensábamos en ella. Los problemas de salud a menudo mediatizan el comportamiento de los familiares con una edad avanzada.
Convivir con una persona mayor
Convivir con una persona mayor puede no resultar fácil. Por eso es útil tener en cuenta qué puede pasarles y cómo gestionar la comunicación y convivencia con los familiares de más edad.
Algunas de las posibles tensiones que conlleva convivir con un familiar mayor es que la vejez suele acompañarse de:
- Pérdidas de seres queridos, discapacidades físicas y deterioros cognitivos (como sordera, ceguera, pérdida de memoria…) asociados al propio proceso de envejecimiento.
- Pluralidad de patologías crónicas que disminuyen nuestra calidad de vida y aumentan la necesidad de depender del cuidado de otras personas.
- Aparición de manías que pueden generar mayor rigidez y falta de consenso entre el resto de familiares.
- Desconexión social que conlleva un sentimiento de abandono y soledad impuesta que puede acabar menguando el estado de ánimo de forma casi irremediable y provocando cambios de humor poco tolerables. Todo ello vendría provocado por la pérdida de relaciones sociales.
Todo ello puede provocar con facilidad que se origen ciertos roces y conflictos en la convivencia ya que soportar la situación o sobrellevar la realidad puede conllevar ciertas dificultades.
Una buena comunicación con un anciano
El adulto mayor necesita ser escuchado, aceptado y valorado aunque existan dificultades que le impidan oír bien o ver con nitidez o entender y comprender lo que se le está diciendo en todo momento. A pesar de esta disminución de sus habilidades sociales y de los posibles cambios bruscos de humor, hay que tratar de evitar que se enfade con facilidad.
El anciano es un ser muy vulnerable que tiende a apartarse tanto a nivel social como familiar. Es por ello que la conversación como la comunicación se deben conservar a diario: hacerle partícipe de forma proactiva ya que tienden a marginarse puede ser una buena estrategia para reforzar también su presencia e importancia y rebajar así el afán de egoísmo que puede aparecer en esta etapa de la vida.
Los familiares de personas mayores deben conocer estrategias para convivir con ellas:
- Ofrecerle mucho cariño y afecto, sobre todo por parte de sus familiares y personas más allegadas a él.
- Es importante entrenarse en habilidades de autocontrol para que familiares y cuidadores no pierdan la paciencia con facilidad.
- Preservar y mantener el grado de autonomía de ciertas habilidades que les permiten seguir con sus actividades diarias como vestirse, peinarse, comer o asearse.
- Respetarle y hacerle partícipe de sus propias decisiones en la medida de lo posible y no anularlo por su discapacidad. Un ejemplo de ello es la administración del dinero, la cual suele delegarse por completo aunque todavía pueda colaborar en algunos detalles.
- Repetirle las indicaciones, normas o aprendizajes tanto como resulte necesario, sin desprecios ni insultos.
- Facilitarle el espacio y las instalaciones con medidas de adaptación que le permitan superar las barreras del día a día como salvar alturas, eliminar escalones…
- Llevar a cabo actividades adaptadas a su nivel de discapacidad para no favorecer al aumento de la frustración. Del mismo modo, se aconseja que se le explique que la unidad familiar también necesita hacer actividades sin él y desconectar.
De hecho, está comprobado que el cuidador de una persona mayor se desgasta emocional y físicamente, y eso puede generar rechazo hacia el dependiente. Todo ello puede desembocar en el llamado Síndrome del Cuidador Quemado. Una afección se caracteriza por un profundo desgaste emocional y físico de la persona que cuida al dependiente. Además, destaca que, si cuidador y dependiente conviven, este desgaste es aún mayor.