Nada de obligar a los niños a comer

O lo hemos experimentado personalmente, sobre todo aquellos que cuentan ya con una cierta edad, o hemos escuchado de pequeños a los que se les ha obligado a terminarse todo lo que tenían en su plato. Es un error, al decir de los expertos, el obligar a comer a los niños: cada ser humano tiene sus necesidades nutricionales.


Las necesidades nutricionales de cada individuo, sea de la edad que sea, son diferentes. Y por tanto, su ingesta debe serlo también. Y las cantidades a comer no pueden establecerse por edades, ni por géneros. Puesto que, aunque las necesidades basales podrían considerarse relativamente similares –siempre que el peso y la altura lo fueran–, los niños no son todos igual de activos, por lo que no deben comer lo mismo.

Cada niño es un mundo; es único en su forma de comer, en su apetito, en sus necesidades nutricionales. Según el estudio ‘Just three more bites’ (Sólo Tres Bocados Más), realizado en la Universidad de California, el 85% de los padres o cuidadores obliga a comer a sus hijos todo está en su plato, aunque ellos no quieran más.

Motivos para no obligar a comer a los niños

Por ello, no compares lo que come tu hijo con lo que pueden llegar a comer o no sus amigos. Solo él sabrá la cantidad de comida que necesita.

Partiendo de esta base, es muy difícil determinar cuánto debe comer nuestro pequeño, pero lo que sí es mucho más evidente es que nunca, bajo ningún concepto, hay que obligar a comer a los niños.

  1. Obligar a un niño a terminarse la comida que se pone en su plato, es obligarle a comer más de lo que necesita. Puede darse el caso de que sea una comida que el niño come gustoso, y acceda de buen grado, aun sin ganas, a terminarse el plato, dándonos la sensación de que si quería comer y si tenía hambre, cuando en realidad no es así. Es conveniente escucharles y respetar sus decisiones.
  2. Mediante esta forma de actuar estamos consiguiendo hacer de la hora de la comida una pequeña tortura diaria, así el niño cada vez llegará con menos ganas y nosotros con menos paciencia, afectando a la relación padre-hijo.
  3. Hacer del acto de comer un momento desagradable afecta a las connotaciones sociales del propio acto, pudiendo afectar a la manera de relacionarse y de socializar del pequeño.
  4. Teniendo en cuenta que los hábitos alimentarios se establecen durante la infancia, obligar a un niño a terminarse la comida del plato está estableciendo unos hábitos inadecuados. Estamos haciendo al niño ignorar sus instintos e incitándole a establecer una rutina muy poco saludable, terminarse el plato, que puede ser el primer paso hacia la obesidad.
  5. De hecho, los estudios más recientes establecen que el sobrepeso se empieza a labrar en la infancia, y cada vez más niños lo sufren, siendo este, junto con el sedentarismo, uno de los principales motivos, aunque no el único.
  6. Obligando a comer al niño estamos dándole a entender que es normal que sea otra persona la que toma decisiones sobre su cuerpo, enseñándoles que no son ellos los que tienen el control y que es aceptable que un adulto tome decisiones por ellos.

Ellos saben cuánto necesitan

Estamos limitando su autonomía, lo cual les frena a la hora de tomar decisiones, en este caso sobre su alimentación, encubriendo y reprimiendo las señales de saciedad de su propio cuerpo, de nuevo favoreciendo el sobrepeso y allanando el camino hacia la obesidad.

Lo mejor que podemos hacer es observar a nuestros hijos, ofrecerles porciones adecuadas según lo que observemos, y respetar que sus necesidades pueden variar de un día a otro.

Si la oferta de alimentos es saludable, con alimentos de alta densidad nutricional, nuestros hijos sabrán cuánto comer para cubrir sus necesidades.

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